sábado, 5 de junio de 2010

24 de febrero




Hoy vino una mina al kiosco a comprar curitas, se había lastimado con algo que pisó en la calle y tenía el talón ensangrentado, poquito, pero era una exagerada. Estaba su novio con ella. Él la atendía. La sentó en un costado del kiosco y yo veía cómo él la cuidaba y le daba ánimos. Se llegó a sacar la sandalia que tenía adelante de todos y él le sostenía el pie. Si hubiera tenido una maza, se las tiraba por la cabeza. Daban asco de lo melosos que eran.
Yo estuve internada dos días por principio de neumonía hace dos años en un invierno muy frío y Roberto pasó a saludarme unos quince minutos, me dejó unos caramelos masticables que a mí me gustan mucho y unas revistas viejas que había en el kiosco y se fue. Fue terrible. Me acuerdo que mamá me llamó por teléfono y el único que vino fue Valentino que en ese entonces no laburaba. Con él si charlamos un rato y me hizo linda compañía. Pero él ya está grande y en cualquier momento se va a poner de novio y no me va a dar más bola. Ah, Togy vino a la noche, para quedarse pero el olor a hospital le dió náuseas y se terminó yendo.
En fin, por suerte tenía curitas para venderles, no?

Fabiola.

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